Antai vive una niñez plena de juegos y aventuras con las que aprende a conocer su tierra, sus costumbres y leyendas. Cuida los rebaños de llamas de su padre, el jefe del Pukara de Quitor, centro administrivo del pueblos Licanantai que hoy conocemos como Atacameño, extendido a lo largo y ancho del desierto de Atacama.